Toda nuestra vida, especialmente la clausura y el silencio, tiende a que en el Monasterio a Palabra de Dios habite abundantemente.  Cristo es la Palabra de Dios.

• Lo escuchamos en la Sagrada Escritura, en la Iglesia y en los sacramentos.

• En los Pastores y en los Santos.

• Lo escuchamos cuando el mundo y nuestros hermanos reclaman nuestra caridad.

     La lectura divina provechosa, debe prepararse mediante el estudio metódico de la verdad sagrada, según la capacidad de cada uno.

       La luz y fuente de nuestro estudio es Dios, el cual, antiguamente habló muchas veces y de distintas maneras, y finalmente lo hizo en Cristo, por quien el misterio de la voluntad del Padre, se ha revelado plenamente en la Iglesia, mediante el Espíritu Santo que ilumina la mente y el corazón de todos.